“En la feria hay que morí!”
El alma detrás del logo
Este no es un logo cualquiera. Es un símbolo. Una bandera. Una promesa.
Una imagen que grita con fuerza lo que muchos sentimientos en silencio:
que la vida merece vivirse con tanta intensidad que si hay que morirse, que sea bailando, riendo y celebrando.
El círculo que lo enmarca no es solo una forma geométrica: es un espejo del ciclo eterno de la vida y la muerte, del comienzo y el final, del día que amanece con volantes al viento y de la noche que se apaga con el eco de una guitarra.
Y en ese centro eterno, dos esqueletos se miran, se encuentran, se reconocen en la belleza de lo que no muere: la entrega.
Ella, vestida de flamenca, abanico en mano, flor en el moño y mantón bordado en elegancia, representa la raíz profunda de la mujer andaluza: firme, poderosa, bella y con arte en cada gesto. Aunque solo reinan los huesos, su puerta habla de historia, de fiesta, de lucha, de alegría.
Él, con su traje impoluto, la mirada encendida y el catavino alzado, representa la celebración de lo masculino con estilo , la figura del hombre que no teme al paso del tiempo porque lo brinda. No es un cadáver triste: es un caballero que ha entendido que la vida solo vale si se celebra.
Juntos no evocan la muerte. No.
Evocan la vida cuando se vive sin reservas.
Porque esa es la esencia de la marca: “En la feria hay que morí” no es una frase provocadora.
Es un lema vital.
Una declaración valiente de quien ha comprendido que lo único que no se puede permitir en esta vida… es vivir a medias.
Este logo habla de entrega total, de ser tú mismo con volantes o con chaqueta, de amar sin miedo, de reír hasta las lágrimas, de bailar hasta el último paso. Habla de las madrugas en el Real, de los abrazos empapados de rebujito, de las miradas entre farolillos, del cante que atraviesa y del taconeo que despierta el alma.
Pero va más allá de la feria.
Porque aunque nace en el Real, el mensaje trasciende los límites del albero.
Este logo dice:
Da igual dónde estés. Da igual si hay feria o no. Da igual si hay caseta, si hay luces, si hay grupito o silencio.
Lo importante es que vivas con esa pasión. Que no guardes nada. Que lo celebres todo.
Y si llega el día en que nos toca irnos, que no nos queda nada dentro.
Que no tengamos pendientes ni abrazos retenidos ni canciones sin cantar.
Que nos vayamos como esos esqueletos de nuestro logo: con una flor en el alma y una copa en alto.
Porque quien muere así, nunca muere del todo.
Y quien vive así… ese, sí que ha vivido.
En la feria hay que morí!
La Vida es la Feria de Sevilla
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Somos una comunidad. Somos gente intensa, de la que vibra con cada plan, de los que cuentan los días para que llegue la feria, pero no se pierden una el resto del año. Somos esos que en pleno octubre ya preguntan cuántos días quedan. Un manojo de nervios conforme se acerca el gran momento. Perfeccionistas del último minuto. La pasión hecha carne. Porque no somos feriantes de una semana: somos feriantes todo el año.
Somos vida, somos chispa, somos la primavera cuando aún es invierno. Somos albero en los zapatos, flores en el pelo y esparto en los caminos. Mantoncillos al viento y volantes al compás. Jamoncito del bueno y manzanilla fresca. Somos el arte de vestirse bonito para celebrar la vida. Somos la portá que te recibe y los amigos que te abrazan. Somos el reencuentro, el cante, el baile. La guitarra que llama, el cajón que responde. Una sevillana que arranca sola. Unas bulerías que encienden el alma. Somos el atardecer bajo farolillos encendidos de emoción. Somos Antonio Bienvenida al abrir el día, e Ignacio Sánchez Mejías en la hondura de la noche.
Y aunque nos llamen locos, esta es nuestra forma de mirar la vida: con alegría, con arte, con intensidad.
Por eso…
En la feria hay que morí!

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